domingo, 25 de mayo de 2014

Felipe Garrido
Destino
Hubo un hombre que puso siempre a un lado parte de sus ganancias. Privándose de muchas cosas, acreció su caudal. Cuando sus once hijos, pues también en eso fue productivo, crecieron lo bastante les dio sus tierras y se apartó con su mujer. Nunca necesitó ninguna ayuda de los padres de sus nietos.
Pero no creas, oh príncipe, que basta ser previsor, laborioso, ahorrativo para que la felicidad te arrope.
Hubo otro hombre que también sabía guardar y pudo vivir con holgura y le compró a su esposa una sarta de perlas magnífica. Era la mujer cuidadosa –sólo seis hijos tuvieron– y lucidora. Pero aquel hombre cauto no veía una ocasión que mereciera el estreno del collar. Y así pasó tiempo hasta que un día la señora decidió que quería estrenar, así que halló con quién hacerlo y se marchó con las perlas y los haberes.
Así que cuida, mi señor, que también el insondable destino debe jugar a tu favor. [De las Historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario